Con el creciente proceso de modernización que vive la ciudad de Puerto Montt se esta detectando una creciente segmentación del publico que va a los eventos artístico- culturales. Este fenómeno se aprecia claramente en los encuentros literarios. Después del golpe militar en 1973, las actividades creativas se concentraron en lo que producía la escuela de cultura de Puerto Montt, no será hasta 1975 con los recitales poéticos iniciados por Nelson Navarro y sus alumnos que permitirá ha un publico cómplice (familiares sobre todos) superar el miedo del toque de queda, para aplaudir a sus seres queridos, que en clave simbólica querían decir más que los limites propuestos por los bandos de la marionetas de la tiranía. La corporación cultural de Puerto Montt, en 1979 genero expansión que permitieron el surgimiento del arcoiris de poesía, que involucró, no solo un estallido en la diversidad de las propuestas literaria, sino la entrada de otro publico, nostálgicos bohemios de las largas conversación literaria, el canto, el verso libre.
El público estaba compuesto por estudiantes, profesores, jueces, abogados, contadores. Todos se conocerían. Puerto Montt en ese tiempo respiraba ambiente de pueblo. Existía una formalidad en las presentaciones y el público casi de gala venia a este evento social que rompía la monotonía de días que se tornaban aburridos, casi para dormir la siesta.
Desde 1990 con la llegada de la democracia. El publico que comenzó ha llegar a los encuentros literarios tales como el arcoiris de poesía se torno más dialogante con los escritores que cada vez eran militantes solo de su expresión, de sus códigos que ciertos iniciados entenderían. Eso hizo que la complicidad del público se centrara en un creador o un grupo de escritores. Eso lo entendió el grupo quercipinion que desde 1996 rompió con los formalismos y busco algo más de protagonismo en la audiencia.
Serán los mall, la cultura de masas, que segmenta a los consumidores, que hará desde el 2000 una creciente particularización del público que va estos encuentros en esta ciudad. No será el mismo que va a una universidad privada donde existe una cierta ostentación de la identidad de clase del espectador, del que va a escuchar a un bar, en que se oculta una tribu urbana que escucha como un manifiesto los versos de un profeta de sus secretos, de las lecturas que promueven instituciones gubernamentales para justificar su existencia y donde siempre ahí un publico cautivo más que por el escritor sino por la autoridad. Esta es la realidad que encontramos ahora, voces en su juego, publico seguidor de ese territorio, en que la invisibilidad de los otros se hace presente.
Nota: Wladimir Soto, antropologo.