Cubierto con una tenue niebla Chaitén recibe al visitante a lo lejos. La columna eruptiva de ceniza se alza a la distancia como un manto negro que parte el cielo estrellado ha eso de las 6:30 de la mañana del 1 de julio del 2008. Cuando los pequeños atisbos de la luz del sol penetran en el horizonte se puede ver la continuidad y la fuerza de esa masa que se coloca en medio de los cerros, majestuoso como algo que va más allá de la comprensión humana, reducida a su tiempo tan finito y limitado.
Columna eruptiva del volcán Chaitén desde la barcaza Rancagua en la mañana
El pueblo de la memoria
Desde el inicio de la erupción del volcán Chaitén el 30 de abril todo fue ruptura para los chaiteninos. Ese lugar que estaba ha
Todo fue una sorpresa para los habitantes de Chaitén. Irse de sus hogares, sin pensar en la magnitud que alcanzaría el evento eruptivo y que esa supuesta salida pasajera de su tierra se iba alargar hasta nuestros días no estaba en los planes de nadie.
Llegar a Puerto Montt significo el inicio de una nueva vida. No más el circulo de conocidos, las cortas distancias entre casa y casa, las partidas de truco nocturna , el mate y el entorno natural que acompañaba la vista. Los códigos, secretos y conflictos en su territorio, quedaban obsoletos al pisar esa urbe.
Eran una tribu urbana más en esa ciudad 225.008 habitantes que sobrepasaba por lejos 7.182 de Chaitén. Desde la llegada a los albergues se dieron cuenta que ya nada era igual. Todo era más individualista en Puerto Montt, las distancias se alargaban, la cultura de masa con los mall eran parte de un escenario donde la modernidad no tenia tiempo para la historia todo era un presente, un día consumido a un ritmo acelerado.
Entonces los Chaiteninos se refugiaron entre ellos, la adversidad ha sido su norte, la memoria de esos primeros colonizadores que se abrieron paso entre la vegetación y el clima adverso para ir formando esa localidad en 1933, se torno como un recuerdo vivo como la de ese pueblo que abandonaron que ha quedado en la memoria. Una imagen perpetua idealizada, mientras el río blanco y las cenizas van clavando sus marcas para borrar lo que fue.
Chaiteninos dentro de la barcaza Rancagua
Tres tiempos
En el viaje en la barcaza Rancagua uno se da cuenta conversando con los desplazados de Chaitén que ahí tres tiempos para vivir los que ha pasado. Uno es del duelo permanente, la incapacidad de aceptar la perdida, una inadaptación a lo nuevo aguda donde el paisaje se torna agresivo, el solo ruido de los motores, cruzar una calle donde los vehículos se desplazan una y otra vez, se les torna chocante. Sus animales, el huerto, el aire puro, las amistades se buscan en un entorno que parece ser un vació permanente. Entre los más ancianos se da más esta situación aunque no es solo patrimonio de una generación.
El otro tiempo es de aceptar las cosas tal cual y adaptarse a los hechos. Eso se da entre los más jóvenes que luchan por sus derechos y planifican el retorno a su tierra cuando pase la erupción.
Por ultimo están los que después de vivir esta experiencia traumática quieren hacer su vida en otra parte para quedarse con el recuerdo de lo que fue.
Sin embargo, esta claro que entre los Chaiteninos existe un vivo deseo de volver a formar su pueblo, asumiendo lo vivido, por que el plano del pueblo, las relaciones humanas y su futura historia va estar marcada por la presencia del volcán Chaitén.
Investigación y foto: Wladimir Soto Cárcamo antropologo, magister en ciencias sociales.
Continuara........