martes, 7 de abril de 2009

Música y recuerdos


Últimamente en las radios locales de Puerto Montt se ha propagado un fenómeno que es a nivel mundial el de la música de los ochenta. Uno puede apreciar claramente como la industria cultural ha penetrado en el trasfondo más profundo de la conciencia de las personas que es en su recuerdo. Una canción define un espacio de la memoria idealizado, la selectividad de ese archivo mental elige una imagen, la palabra y crea una historia que va siendo rememorado por el individuo a la distancia en otro tiempo donde lo pasado siempre tendrá luces, por que el ayer es un deseo, la obsesión de una vida, que persigue inquietudes y metas.

La música de los ochenta nos habla de un anuncio, el cambio sin retorno, al no lugar, ese que se multiplica en todas partes y tiene el mismo rostro, el espacio de consumo. Las diversas tendencias musicales que sus ecos llegaron hasta nuestro país reflejaban el paso a un nuevo relato aquel donde no habría un gran discurso ideológico, sino la individualización del territorio ocupado por cada individuo. La economía de mercado se expandirá utilizando los medios de masas para propagar estilos, costumbres, hábitos y creencias, que aunque puedan ser críticos al mismo modelo es trasformado en un producto a desear.

Puerto Montt no fue ajeno a este cambio. La década de 1980 fue un anuncio de lo que vendría. La televisión, que en nuestra zona estuvo marcado por el canal publico, hasta fines de esos años cuando apareció el canal 13, muy restringida en lo informativo propagaba gustosa la publicidad, las series norteamericanas y los videos clip como una aspiración, a eso podía llegar, si estabas encerrado en tu laberinto de deseos particulares. El vestuario, formas de hablar, de sentir, llegaban a cada hogar instalando en la cotidianidad lo que pasaba en ese medio audiovisual.

Las revistas hablaban de los músicos, entregaban canciones para aprenderse de memoria las letras, especialmente desde la llegada del rock en español. Los casete proliferaban, con esas cintas que estiraban en la radio una y otra vez la canción de moda en la noche. Entre tanto la radiodifusión tenía un aire local, sin dejar de anunciar las ofertas del mercado, la reina era la radio reloncavi y sus servicios de mensajes. El cine rex exhibía las cintas de moda. Aparecían los casete VHS que abrían la oferta del mercado de la entretención, trasmitiendo películas eróticas o imágenes de la situación del país en documentales y películas que censuraba los medios oficiales pero que respondían a la misma estrategia de consumo. Todo era un anuncio, una profecía a realizarse.

Por eso el fenómeno que estamos viendo nos habla de cuan profundamente a sido los cambios. La música de los ochenta es un acompañante en un paisaje donde la fragmentación de la urbe se hace cada vez más real. Los espacios se individualizan y esta banda sonora es un sueño del ayer aquel en el cual dejamos la mentalidad de pueblo vinculada a un territorio para conectarnos al mundo a la velocidad de la red, sin dejar por ello esa historia que penetra en nuestra piel.